domingo, 4 de mayo de 2014





Por Elena Carriquiry, fragmento, fibra sobre cartón blanco.

Sin lugar a dudas, la respuesta a esta tan amplia pregunta irá cambiando a lo largo del tiempo, porque todo lo que vivimos nos transforma de una u otra manera.

Creo que trabajar en la educación, sea formal o no formal, es comprometerse con el mundo en que vivimos y con su transformación, considerándonos como seres inacabados en constante cambio y construcción capaces de aprender de los demás y de nosotros mismos. 
Por eso quiero estar abierta al encuentro con los otros, al cambio, a los desafíos, al aprendizaje visto como construcción y compromiso colectivo; quiero ocuparme de fortalecer una mirada crítica frente a lo demás y, principalmente, frente a mí misma, porque aunque sea una tarea compleja, estoy profundamente convencida de que es a partir de ella que puede lograrse la verdadera transformación. 
Quiero encontrarme en un lugar donde sea capaz de repensarme, inmersa en un proceso personal pero colectivo, en un compromiso que implica un escenario compartido en constante construcción, cargado de planificación e improvisación y repleto de pedacitos de otros transformados.
Quiero estar abierta al error, a los aciertos, y a esas críticas que sirven para crecer, al cuestionamiento y al reto de seguir aprendiendo; y así, seguir aprendiendo de todo lo que nos rodea, viviendo en un sinfín de procesos de los que debemos tomar las riendas para ser verdaderos protagonistas de nuestras historias, intentando dar siempre lo mejor de nosotros mismos, siendo partícipes y transformadores de nuestras propias experiencias, para sentirnos vivos y capaces de cambiar al menos algo de todo eso que no nos gusta.

"Tenemos que obligar a la realidad a que responda a nuestros sueños, hay que seguir soñando hasta abolir la falsa frontera entre lo ilusorio y lo tangible, hasta realizarnos y descubrir que el paraíso perdido está ahí, a la vuelta de todas las esquinas".
Julio Cortázar.

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